Wednesday, June 13, 2012

Cuba: abróchense los cinturones

Aunque a paso lento, la sociedad cubana está viviendo un importante proceso de reajuste. Y quizás debido a la misma significación política y económica de esa transformación del tejido social, el movimiento de cambios impulsado por el gobierno exhiba ese carácter, en apariencia y en realidad, tan pausado.

En cualquier caso, ya es un hecho que, como parte del programa de “actualización del modelo económico”, en el año anterior han desaparecido del sector estatal 140 000 plazas, mientras existe un propósito expreso de que este año se eliminen otras 170 000, en busca de la cantidad prevista, que ronda (por encima o por abajo) el millón de empleos por racionalizar. Al mismo tiempo, ya en los primeros meses del corriente 2012 eran más de 370 000 las personas que en el país se dedicaban a la revitalizada y ampliada modalidad de “trabajo por cuenta propia”, cifra que solo se puede haber logrado (incluso si se suman todas las plazas ya eliminadas y las que se prevé eliminar en estos meses) con el acercamiento a esa modalidad de ciudadanos que no tenían vínculo laboral oficial de ningún tipo. Dicho en cubano: gente que vivía del “invento”.

Mientras se está produciendo ese movimiento laboral forzado o voluntario, la tendencia al aumento de los salarios estatales se ha estancado (el promedio anda por los 450 pesos, unos 17 euros), y se advierte que los sueldos no se incrementarán hasta tanto los índices de productividad no crezcan convenientemente, se reduzcan los empleados públicos, y se elimininen las llamadas “gratuidades (o subsidios) indebidos”. En otras palabras: un plan de austeridad y recorte... Para complicar lasituación, es un hecho que los salarios estatales ahora resultan más insuficientes para vivir, pues se han incrementado los precios de muchos productos prioritarios (alimentación, aseo, etc.).

El movimiento social de una parte considerable de los cubanos hacia la pequeña empresa privada se convierte, entonces, en la única alternativa para muchos de los que perderán, por una u otra razón, sus puestos de trabajo para el Estado (que empleaba a la casi totalidad de los ciudadanos). También lo será para aquellos que, aun sin ser parte de los despedidos, traten de procurarse una economía más desahogada de la que les permiten los salarios oficiales.

Es un hecho que los salarios estatales ahora resultan más insuficientes para vivir
Pero, en las actuales condiciones económicas y con los rubros en los que se autoriza el ejercicio del “cuentapropismo”, surgen las grandes preguntas: ¿hasta dónde ese controlado y limitado sector privado podrá crecer para acoger a nuevos “empresarios” (poncheros, dulceros, restauradores y alquiladores de habitaciones) y “empleados” (dependientes, camareros, encargados de la limpieza, etc. de esos negocios particulares)? ¿Resistirá la economía interna que se abran más cafeterías, “paladares” o puestos de venta de bisutería barata? ¿Serán la mayoría de empleados estatales con salarios insuficientes y congelados los potenciales clientes de ofertas que, por una simple merienda o el ajuste de una llave de paso de agua (solo el servicio de ajuste), pueden llevarse la mitad y hasta la totalidad del sueldo diario de un trabajador?

Resulta evidente que el resorte ha alcanzado el máximo de su tensión en ese terreno, pero que la política de eliminación de plazas continuará y los salarios no aumentarán en un buen tiempo… lo cual puede generar una complicada situación social en un país donde, a la vez, se eliminan subsidios y se convoca al trabajo y la productividad con consignas muy parecidas a las del pasado –pues si algo apenas ha cambiado en Cuba es la retórica oficial, a pesar de las llamadas a un “cambio de mentalidad”.

Para el ciudadano común y corriente resulta difícil entrever soluciones para ese inevitable conflicto. Y, a juzgar por la lentitud y discreción oficial con que se desarrolla el proceso, parace ocurrir lo mismo con las instancias que rigen y regulan los cambios en la sociedad y la economía.

En el horizonte cubano existen tres regulaciones cuya modificación se debe concretar en un plazo más o menos corto (para las expectativas de la gente): la entrada en vigor de las modificaciones de las leyes migratorias, la apertura a más inversiones extranjeras y la admisión de que funcionen cooperativas de obreros y hasta de profesionales.

Las dos primeras medidas previstas, aunque con efectos hacia el interior, tienen su complemento en el exterior, en un momento en el que la crisis económica mundial ha arreciado en Europa, uno de los polos más importantes de esa posible relación. ¿Cuántos cubanos que se trasladen a España pueden contar con la esperanza de obtener trabajo cuando los españoles no lo encuentran? ¿Cuántos empresarios medianos de esa zona del mundo estarán dispuestos a iniciar una aventura en la isla del Caribe? Y la tercera disposición esperada se topa con otra interrogación complicada: ¿cómo adquirir los materiales que necesitarán para su trabajo algunas de las posibles cooperativas si solo el Estado puede importar con carácter comercial?

A esas preguntas se puede sumar la peculiar posibilidad, últimamente tan mencionada, de que empresarios o incluso emprendedores cubanos o cubanoamericanos radicados en Estados Unidos participen en rubros concretos de la economía insular. Pero la realidad es que esa aspiración continúa siendo inviable incluso si el gobierno cubano les abriera puertas, pues las propias leyes norteamericanas, con las del embargo/bloqueo a la cabeza, siguen alejando la concreción de ese sueño que algunos acarician y sobre el cual hasta viajan a La Habana para dictar conferencias dedicadas a esta fantaciencia. Por lo pronto, de la emigración cubana asentada en el vecino del norte solo podrán venir algunos miles de dólares para apoyar la apertura de otra cafetería, o la compra de un apartamento o un auto para dedicarlos al alquiler. Sería más de lo mismo, y en cantidades económicamente poco significativas para un país urgido de inversiones, especialmente en superestructura e industria.

El destino de muchas de las personas despedidas caerá en una coyuntura de muy difícil solución
Hacia el interior del país, el aumento previsto de la productividad en la agricultura con la política de entrega en usufructo de tierras estatales ociosas, de la cual se espera(ba) provocara una reducción de precios en los productos alimenticios, aun no ha rozado siquiera su objetivo, al parecer por dos razones: por el enorme déficit de productos que existía y por la entrada en competencia de la gastronomía privada, más la posibilidad de vender esos productos a empresas estatales (hoteles, por ejemplo).

En el terreno de las inversiones, hoy Cuba hace una gran apuesta con la modernización del puerto de El Mariel –unos 50 kilómetros al oeste de La Habana-, para convertirlo en uno de los más capaces y modernos del Caribe. Con capital y técnicos brasileños involucrados en la obra, de seguro El Mariel cambiará su destino y dejará a la bahía de La Habana la función de puerto turístico... Pero ¿qué se importará y exportará en grandes cantidades por El Mariel? ¿De dónde vendrán los cruceros turísticos que atracarán en La Habana si casi todos están vinculados a empresas y capitales norteamericanos? ¿Cuántos trabajadores podrá absorber este objeto económico una vez terminada su construcción? ¿Será cierto que allí funcionarán “maquiladoras” chinas?

Quizás el venidero período de sesiones de la Asamblea Nacional, a mediados de año, pueda arrojar alguna luz sobre varias de las interrogantes y perspectivas de esta compleja encrucijada económica, social y, por supuesto, política. Quizás.

Porque a estas alturas del recuento parece indudable que aun cuando sea insoslayable aumentar de la eficiencia productiva y que conseguirla pasa por la eliminación de puestos de trabajo en el sector estatal, también es evidente que el destino de muchas de esas personas despedidas caerá en una coyuntura de muy difícil solución –social e individual. Especialmente complicada se muestra la situación para el sector de la población que anda cerca de los cincuenta años o por encima de ellos, y que, a pesar de su alto nivel cultural y educacional (o precisamente por ello), les será más complicado reciclarse como empresarios privados o trabajadores por cuenta propia con habilidades y energías que muchos de esos cubanos no poseen… Así, para la generación que creció trabajando para el futuro mejor, el porvenir les está llegando como un presente de incertidumbres en el cual no cuentan demasiado los sacrificios del pasado sino las habilidades con las que entrarle de frente a un entramado social donde comienzan a regir otras reglas de juego. Y el partido, como se dice en términos de béisbol, parece ser al duro y sin guante.