Wednesday, October 26, 2011

Miembros de la ONU condenan el embargo a Cuba

La Asamblea General de Naciones Unidas votó el martes en contra del embargo estadounidense hacia Cuba por vigésima vez, al condenar las sanciones impuestas a la isla y pedir que se ponga fin a una política que se remonta a la Guerra Fría.

La resolución presentada por Cuba obtuvo 186 votos a favor. Estados Unidos e Israel fueron los únicos países que se opusieron. Palau, las Islas Marshall y Micronesia se abstuvieron y Libia y Suecia no estuvieron presentes durante el voto.

La Asamblea General cuenta con 193 países miembros. El organismo condena las sanciones estadounidenses contra el país caribeño desde noviembre de 1991.

El canciller cubano Bruno Rodríguez dijo durante su discurso ante la Asamblea que el voto contra el bloqueo es ya un tema tradicional, "que convoca los pronunciamientos más reiterados, con el apoyo más categórico y abrumador, y que muestra con mayor nitidez el aislamiento incómodo del país agresor y la resistencia heroica de un pueblo negado a ceder sus derechos soberanos".

Las sanciones económicas le han costado unos 975.000 millones de dólares a la isla en los últimos 50 años, dijo el canciller. El embargo económico, comercial y financiero fue introducido a principios de los años 60, en respuesta a la expropiación de compañías estadounidenses realizada por la revolución cubana.

Rodríguez acusó el martes a Estados Unidos de persistir en su objetivo de querer derrocar el gobierno revolucionario cubano y "destruir el orden constitucional que el pueblo soberanamente defiende".

Cuba sigue sin poder exportar e importar libremente productos y servicios de tipo alguno hacia o desde los Estados Unidos, dijo el canciller. La isla tampoco puede utilizar el dólar estadounidense en sus transacciones, indicó. La supuesta flexibilización para otorgar ciertos viajes a Cuba no se ha impuesto de forma definitiva, indicó.

Tuesday, October 18, 2011

Luto por una dama de blanco

El Consejo Cubano del Exterior se suma en este momento de luto y dolor ante la perdida de la Sra. Laura Pollan, líder de las Damas de Blanco, y extiende sus más sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos.

Descansa en Paz Laura!


Wednesday, October 12, 2011

Primeros pasos de libertad para René González

"Listo para seguir luchando hasta que me muera"



René González, ha sido el primero de la causa conocida como Los Cinco, liberado en Estados Unidos, el viernes 7 de octubre de 2011. El emotivo encuentro con sus hijas, su papá Cándido y su hermano Roberto, tuvo lugar a la salida de la prision.

Sus primeras palabras después de abrazar y besar a sus hijas, Ivette e Irmita fueron: “Listo para seguir luchando hasta que me muera” Durante el recorrido hasta el lugar donde residirá en la Florida, mientras cumple un régimen de libertad provisional por tres años impuesto por la jueza Joan Lenard, conversó telefónicamente con su esposa, Olga Salanueva , quien no obtuvo permiso de EEUU para viajar y reunirse con René.



Marx, Martí y la Cuba del siglo XXI


Ni el republicanismo decimonónico ni la doctrina comunista tienen respuestas para los retos de hoy

Por: RAFAEL ROJAS
Fuente: El país España

En la segunda década del siglo XXI, la sociedad cubana, cada vez más globalizada y heterogénea, sigue estando regida por una Constitución que en sus artículos 5º y 39º establece, como ideología de Estado, el marxismo-leninismo y el "ideario martiano". Un país cuyo orden social se vuelve cada vez más multicultural, como cualquiera del planeta, es gobernado desde las premisas ideológicas del republicanismo decimonónico de José Martí y del marxismo-leninismo más ortodoxo que conoció el siglo XX: aquel que se armó doctrinalmente durante la Unión Soviética de Stalin y que colapsó, en la teoría y en la práctica, desde 1989.

Muy pocos países del mundo establecen en sus cartas magnas el principio constitucional de una ideología de Estado. De hecho, fuera de las teocracias islámicas, los únicos que lo hacen son los cinco países comunistas que quedan en el planeta: China, Corea del Norte, Vietnam, Laos y Cuba.
En China, por ejemplo, el Partido Comunista asume como ideología oficial, rectora de la educación y la cultura, el pensamiento marxista-leninista-maoísta, el cual presupone que lo que Mao aportó a dicha doctrina "sintetiza", a su vez, tradiciones filosóficas, religiosas, políticas y jurídicas nacionales y milenarias, que se remontan a las Analectas de Confucio y el Tao Te Ching de Lao Tsé.

En el país gobernado por el principal aliado de Fidel y Raúl Castro, Venezuela, por ejemplo, no existe el principio constitucional de una ideología de Estado. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, de 1999, vindica en su preámbulo el "ejemplo histórico de nuestro Libertador, Simón Bolívar, y el heroísmo y sacrificios de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana", pero en sus artículos 99 y 109 reconoce la "autonomía de la administración cultural" y la "autonomía universitaria", con lo cual queda constitucionalmente cancelada la posibilidad de una ideología de Estado que rija la vida intelectual y educativa.

Ni el republicanismo decimonónico ni la doctrina comunista tienen respuestas para los retos de hoy

La crítica de ese principio, típicamente totalitario, no debería concentrarse en las limitaciones que, como en cualquier otro pensador de los dos últimos siglos, podrían encontrarse en la obra de Marx o de Martí. A estas alturas del desarrollo de las ciencias sociales pocos ponen en duda que sin Marx es difícil comprender cómo funciona el capitalismo moderno o que sin sus brillantes diatribas es casi imposible articular una crítica seria a dicho sistema económico. Las virtudes de José Martí como político y como organizador de laúltima guerra de independencia de Cuba o su talento literario, en poesía y en prosa, como renovador de la literatura modernista hispanoamericana, también están fuera de dudas.

La relación, sin embargo, entre las ideas políticas de Karl Marx y José Martí es, cuando menos, problemática, si se quiere traducir en una mezcla doctrinal trasmisible a la ciudadanía por medio de la educación y la cultura. Como muchos liberales y positivistas de su época, Marx tuvo ideas prejuiciadas sobre las repúblicas hispanoamericanas y sobre su resistencia a la hegemonía regional de Estados Unidos, tema central en la obra de Martí. Este último, por su parte, dejó escritas sus diferencias con el socialismo europeo de su época cuando suscribió la profecía de Herbert Spencer de que el mismo se convertiría en una "futura esclavitud", en la que el "hombre, de ser siervo de sí mismo, pasaría a ser siervo del Estado", o cuando en su nota a la muerte de Marx para La Nación de Buenos Aires señaló que "aunque Marx merecía honor", porque "se puso del lado de los débiles", "no enseñó remedio blanco al daño" y se dio a la tarea de "echar a los hombres sobre los hombres".

La isla sigue al margen del debate sobre democracia, multiculturalismo y plurinacionalidad

Durante el último siglo, algunos de los mejores marxistas cubanos (Diego Vicente Tejera, Julio Antonio Mella, Juan Marinello, Mirta Aguirre, Antonio Martínez Bello, Pedro Pablo Rodríguez, Fernando Martínez Heredia...) han intentado sobrellevar las contradicciones ideológicas entre Marx y Martí. Pero ese esfuerzo de mixtura no ha pasado de una solución compensatoria, en la que se toma del primero su crítica del capitalismo y su apuesta por la lucha de clases, y del segundo, su defensa de la soberanía nacional cubana y sus objeciones al expansionismo norteamericano. La síntesis no pasa de una mecánica compensación porque no hay manera de extraer un nacionalismo descolonizador de la obra de Marx, así como no hay forma de encontrar la idea del partido único o de la dictadura del proletariado en Martí.

Tan curioso es que esta síntesis imposible de Marx y Martí haya producido una vastísima literatura política de pésima calidad y escaso rigor, en las instituciones culturales de la isla, como que la misma pase de largo sobre el punto de posible convergencia entre el alemán y el cubano. Me refiero a lo que, desde distintas cosmovisiones, compartieron el comunismo y el republicanismo del siglo XIX, esto es, una idea homogénea de la comunidad en la que el ciudadano no posee más identidad que la que le asegura la igualdad de derechos. Marx imaginó una sociedad sin diferencias de clases, compuesta por individuos libres y asociados; Martí, una república con "todos y para el bien de todos", en la que la condición de ciudadano no estaría determinada por identidades raciales, religiosas o sociales, sino por la dotación universal de derechos.

Marx y Martí fueron animales públicos de la modernidad, que defendieron la libertad de expresión y asociación, la abolición de la esclavitud, la igualdad social y la separación de la Iglesia y el Estado. En esa vocación moderna, uno y otro siguen siendo contemporáneos imprescindibles. Pero en la proyección de ciudadanías homogéneas, ambos parecen afincarse en un tiempo ajeno al de las comunidades multiculturales del siglo XXI.

Una sociedad como la cubana, cada vez más estratificada desde el punto de vista económico, regional o social, y cada vez más envuelta en la afirmación de alteridades raciales, generacionales, religiosas, sexuales, genéricas y migratorias, encuentra pocas respuestas en el pensamiento de un comunista europeo o un republicano caribeño del siglo XIX. Fernando Ortiz y su teoría de la transculturación tendrían más que decir a la Cuba del siglo XXI y a nadie se le ocurre agregarlos al artículo 39º de la Constitución.

Lo objetable, por tanto, no es ese desencuentro histórico, sino el principio constitucional que garantiza que algunos pensadores y sus obras integren una ideología de Estado. Si mañana el Gobierno cubano rompiera definitivamente con la tradición soviética y redefiniera su marxismo, acercándose a cualquiera de las muchas corrientes críticas del mismo producidas en Europa o América en el último medio siglo, tal vez tendría mayores posibilidades de dialogar con la heterogeneidad que se reproduce en la isla, pero nunca podría asegurar que la complejidad social no lo rebase en la práctica diaria. Por algo Cuba, símbolo según algunos del "socialismo del siglo XXI", está al margen del debate constitucional sobre multiculturalismo, plurinacionalidad y democracia que tiene lugar en la izquierda latinoamericana actual.